jueves, 14 de noviembre de 2013

heladeras mudanza enchufar

Fueron las tres palabras que tipeé en Google para desmitificar una de las mentiras más pronunciadas a la hora de hacer una mudanza: ¿cuánto tiempo esperar luego del traslado para enchufar la heladera?
En cada mudanza en la que he participado me parecía super incómodo no poder tener la heladera lista y funcionando para la noche en tu nuevo hogar. Así pasaron mudanzas de amigos y familiares en las que la heladera era olvidada desde el inicio a causa del mito que reza que "hay que esperar 24 horas hasta enchufar la heladera una vez movida".
La que se mudó este fin de semana fui yo, y me molestó bastante no contar con el electrodoméstico que enfriara el agua o guardara mi leche sana y salva hasta el otro día. Por eso, una vez abierto el cartón de leche la primera mañana en mi nueva casa, Google me dio la ayuda que necesitaba.
Y acá el resultado: esperar solo 15 (sí, QUINCE) minutos después de mover una heladera para volver a enchufarla y sólo si se la traslada por más de dos horas en posición horizontal, esperar las tan famosas 24 horas. ¿La explicación técnica? Mejor, cito al experto: http://www.fuentesrefrigeracion.com/para-saber.php

sábado, 28 de septiembre de 2013

Zona WIFI

Las orejas ya no existían. Se habían dejado de usar mucho tiempo atrás, más o menos al mismo tiempo en que desapareció el gusto por escuchar una buena canción. Y nadie lo notó... fue espontáneo. Un día, en una maternidad más, de una ciudad más, de una mujer más, nació el primer hijo de la humanidad sin orejas.

Las antenas gigantes se instalaron en cada una de las ciudades y en cada uno de los pueblos de todo el mundo. Incluso en las selvas, en los pantanos, en los desiertos. Era inconcebible que un hombre anduviese por ahí sin conexión de red

Wifi fue la palabra menos utilizada por aquellos días. Ya no se veía en las puertas y los pizarrones de los cafés, en las tiendas y en los parques. No era necesario, era obvio que en cualquier parte había. Las contraseñas ya no fueron necesarias y miles de anécdotas sobre nombres chistosos de redes de personas chistosas, desaparecieron. "flia dominguez", "escuela", "secretaría", ya no fueron visibles en pantallas y teléfonos y en su lugar estaban esos indescifrables caracteres que marcaban una u otra ciudad. Porque ya ni el nombre del lugar importaba, importaba la red.

Así, fueron naciendo uno a uno los niños sin orejas. Las conversaciones no eran importantes para nadie y la evolución hizo el resto.Para cuando lo notaron los primeros pediatras, ya era tarde. Aquellos que habían sabido entablar buenas conversaciones con otras personas utilizando nada más que su voz, se habían ido.

La preocupación fue mundial. Consternados, algunos pidieron por los foros a las farmacéuticas más importantes tomar algún tipo de medida. "Seguro alguna hormona alcanzará", se repetía en las pantallas de televisión que emitían desde hace años con estados y comentarios del muro de los conductores y los televidentes. Otros, alzaron sus teclados a los gobiernos: planes de salud estatal para llevar a cabo las cirugías necesarias y reestablecer el par de orejas que ya faltaban en toda la población infantil. Los más optimistas, optaron por restarle importancia:  "si desaparecieron, por algo será", y aún les sobraban 108 caracteres.

La desdesperación continuó. Las redes sociales, colapsaron. Y de a poco el mundo entero empezó a ver las orejas como accesorios.

Todo continuó hasta el día en que un hombre más, dueño de una cafetería más, de una ciudad más colgó el cartel pizarra en la entrada de su local, que rezaba en manuscrito: "zona libre de wifi".
Las primeras semanas fueron desepcionantes para él y su emprendimiento: la gente miraba al interior del local con ojos enormes, no entendiendo cómo podría existir un lugar así, libre del problema que los atañía a todos.
Un día de sol como cualquier otro, alguien que pasaba por el ventanal de la cafetería tuvo el simple gesto de levantar la mirada de su teléfono y lo vio. Morocho, grande y encorvado, con unos bigotes finos y negros, el dueño de la cafetería sonreía, mientras cruzaba algunas palabras con una señora de piel blanca como de papel de calcar, ojos grandes y azules y labios finos y rosas. ¿Qué harían? Se preguntó el transeúnte. Simplemente, ¿hablaban?
Pasó al día siguiente, un día húmedo de lluvia y viento sur. Apresurado por encontrar un lugar seco donde pasar un rato y poner a resguardo su teléfono, entró en la cafetería. Dolor. Fue una punzada la que sintió en el oído luego de escuchar la voz suave y aguda de la mujer, que otra vez hablaba con el dueño. Luego fue la calma, la tranquilidad en los acordes de su dulce voz.
El teléfono vibró y avisó "sin conexión".
Pero ya no importó, las voces se acumularon en su cabeza y el dueño del café lo invitó a sentarse, le extendió la mano, le dio la bienvenida y un café y le dijo que hoy estaban hablando con Diana de la magia de los días de lluvia.


martes, 27 de agosto de 2013

El carro en movimiento...

Miro la fecha "22 de julio...". Más de un mes, pienso. ¿Qué pasó este mes que no escribí nada?
La muerte, la vida, el amor, los amigos... viajes, placer, rabias. La vida. Eso pasó. ¿Y cómo describir la vida? En las palabras de los otros. Y así las dejo. No borro este mes de mi vida, lo dejo grabado en palabras ajenas.

Ya retomaré por estos rumbos el contar cosas que tal vez a nadie le interesen, o tal vez sí. Fragmentos, palabras, la vida.

lunes, 22 de julio de 2013

Cabezas

He estado observando en las últimas fiestas a las que he ido que, si sos mayor de 17, 18, bailás en la pista mirando a tu pareja o a tu ronda de baile. Si sos menor a esas edades (y tenés más de 14, 15...), bailás con el celular en la mano, con la cabeza gacha y moviendo los pies torpemente.
En fin, si mirás de puntitas de pie por sobre los bailarines (digo de puntitas de pie, porque tengo 1,60m de estatura), identificás rápidamente las edades viendo sólo cabezas.

jueves, 11 de julio de 2013

Reflejo*

Y el pavimento está brilloso y, ¿qué refleja? Las luces, las sombras, la vida. Todo. Las paredes opacas se quedan con la luz del umbral, y se humedecen, y lloran, y ahora la reflejan.
Y yo ¿qué veo? ¿Reflejos o verdad? ¿Luz u oscuridad?
Solo veo.

*Cosas que se me ocurren, andando a velocidad mínima en auto por la ciudad húmeda, después de la lluvia:


lunes, 8 de julio de 2013

Cuando...

Cuando voy por la calle veo gente con frío, sin cuello ni hombros.
Cuando voy por la calle veo chicos sonrientes, a cuello descubierto.
Cuando voy por la calle veo jubilados con frío y tristeza, pero caminando.
Cuando voy por la calle veo bicicletas con guantes, y motos sin casco.
Cuando voy por la calle veo caras de principio de mes y caras que no tienen principio de nada.
Cuando voy por la calle veo gente que quiere cambio, pero no cambia.

Cuando voy por la calle veo gente.

lunes, 10 de junio de 2013

Quieto

El chiquito de apenas 7 u 8 años, se sienta en su banco de segundo grado. "Dejá eso, quedate quieto, silencio..."
Y quiere hacer, pero no lo dejan. Hace pero se cuestiona si lo muestra.

Ya no hace nada. No lo dejan.

sábado, 1 de junio de 2013

Por la calle

Por la calle me sorprendí de ver mucha gente sonriendo. ¿Feliz? Probablemente. Una señora que agradecía el paso cedido por un automovilista. Un mecánico, sonriendo antes de tirarse al piso a arreglar un auto. Un gurí contándole a su mamá las peripecias de la jornada escolar. Una chica en bicicleta que sonríe porque lo mejor de la época es sentir el fresquito del mediodía de otoño nublado en la cara, para después contrastarlo con un cálido beso de mamá.

Más allá, un chico de ropas gastadas y gorra, de piel oscura y curtida por el sol, llega a comprar un cigarrillo "de los baratos" al kiosko del barrio. Le responden cortante, rozando la grosería. Él entiende el mensaje y se va, sin nada y con la cabeza gacha. Tal vez sea el temido ladrón que piensa la señora que atiende el kiosko, yo lo veo como un simple laburante, que además es adicto a la nicotina.

Me alejo... ya no sonrío como antes.

jueves, 2 de mayo de 2013

Figurita repetida.

En mi profesión (soy "seño" de francés) me encuentro muchas veces cara a cara con padres y madres. Muchos de ellos (por no decír la mayoría) preocupados por la falta de atención de sus hijos en el colegio... y yo me pregunto:

¿Y si los chicos no prestan atención, porque no hay nada realmente interesante?

viernes, 19 de abril de 2013

Pourquoi?

¿Por qué? ¿Por qué me ausenté tanto tiempo? La respuesta la ven en el título: el francés. Me ha vuelto a atrapar una de las lenguas más maravillosas que la humanidad ha creado... De vuelta en la facultad e interesándome sobre todo por una perspectiva para laburar con los más chiquitos y hacer que amen en un 10'% lo que yo amo el francés, he estado ocupadísima estos días.

La lengua que me permitirá leer a Voltaire, Déscartes, Montesquieu en su idioma original, no puede menos que ofrecerme maravillas. Y son ellas las que me han hecho perderme un poco por acá.

Para resumir y no aburrirlos con todo estos asuntos, voy a anotar acá, a modo de bloc de notas, algunas cosas que me quedaron de la primera jornada que tuvimos hoy, de una capacitación llamada: Enseñar a los niños y adolescentes desde una perspectiva accionista".
Lo dicta una de esas personas que no vienen a escupir palabras a una jornada como esta, sino que te hacen replantearte miles de cosas que uno ni las pensaría (ni las pensó) y, sobre todo, trabajar...
Pero entre las cosas que me encantaron que dijo, quedaron:
· Los chicos no entran a la clase de francés (ni a ninguna clase) vacíos, sin conocimientos de nada, sin saber de qué se trata. En la materia que nos convocaba: el chico entra a clases de francés lengua extranjera sabiendo cómo suena el francés, cuáles son los monumentos más importantes (o conociendo la Tour Eiffel, al menos)... no entremos a la clase pensando "estos tontos, vacíos, que nos saben nada...."

· El mundo del chico no es LA CLASE, es el mundo. No pensemos en los chicos como ciudadanos de Concepción del Uruguay, de Gualeguaychú, de Villa Elisa... de, de... Pensemos en nuestros niños como ciudadanos DEL MUNDO. Si nosotros no queremos ver que estos chicos nacieron con una computadora incorporada, es que estamos ciegos.

También nos hizo hacer diferentes actividades para ejercitar el escuchar al otro, prestar atención, ser creativos y jugar.

Sí, el francés me está dando muchas satisfacciones por el momento. Y pienso seguir exprimiéndolo... :)

miércoles, 27 de marzo de 2013

Fila

Hoy, como hacia mucho no me tocaba (y como espero no tener que hacerlo seguido), tuve que hacer cola en el banco. Banco Nación. Día previo al feriado laaargo de Semana Santa y Malvinas. 8 y piquito de la mañana. Igual a: un infierno de gente.

La cola giraba dos veces sobre sí. Había personas de las más variadas. Atrás mío, una señora "del centro", que venía de hacer cola en el registro civil para hacer el documento de identidad de su nieto. Repitió (sin mentirles) nueve, diez veces la misma historia: que antes daban turno, ahora no; que antes podía venir y firmar ella, ahora tiene que venir el chico y sus papás; que "para mí esto es un curro"; que dentro de poco van a decir que vayas a pedir turno en monopatín y moño rojo"; que no podés pasar al exterior; que "tengo que renovar mi pasaporte, ahora que lo pienso".
Atrás de ella, un alma piadosa y, creo que como yo, también cansada del cuento de la señora, le ofreció un banco del otro lado de la cola: "total, nosotros le cuidamos el lugar, hasta que lleguemos, no se preocupe". Al alejarse la señora, el me miró con expresión socarrona y cómplice.
Adelante, un señor de unos setenta, setenta y cinco años, se aburría (como yo) del cuento del DNI que no fue, y empezó a contar. Así, ahora sé que en el techo del Nación hay treinta y cinco focos y que en la fila teníamos a treinta y siete personas adelante.

Más adelante o más atrás, estaban todos: el canchero, que habla de plata, cheques y compras a dos señoras que lo preceden en la cola. La oficinista, con anteojos de marcos anchos y que lee para amenizar la espera. El jubilado que, ante el ofrecimiento de un asiento por parte de un menor, se niega rotundamente con un "no m'hijo, yo estoy bien". El jubilado que se sienta y explora con la vista. La señora que habla. El señor que frunce el ceño desde que entra hasta que se va, a modo de "no aceptaré charlas de compromiso y banalidades". Los que suspiran. Los que se ríen. Los que se duermen. Los que guardan el lugar. Los que piden que le guarden el lugar para ir a hablar por teléfono afuera.

Todo. Todo fue bastante entretenido para los casi noventa minutos de espera que tuve en el salón principal del banco, iluminado por el sol matutino que entraba para encandilar a cajeros, guardias de seguridad y civiles.
Pero nada fue más divertido e inesperado y cambiante que la expresión de los que abrían la puerta y veían las casi dos horas de espera, haciendo fila en el banco.

viernes, 22 de marzo de 2013

Personas

Las personas.
 Las personas que entran a una fotocopiadora y dicen "quisiera una fotocopia". Las personas que se quejan de la cantidad absurda de feriados consecutivos y se pelean por un pasaje a cualquier destino. Las personas que empiezan a estudiar derecho y ante la cantidad de libros a leer, se quejan. Las personas, que siguen en su puesto de trabajo en las secretarías de la universidad a las 20.37, con las luces y las computadoras prendidas, y un alumno llega a por una consulta y le dicen que "sólo de 17.30 a 20.30 atención a alumnos". Las personas que usan un talle 40 de pantalón y al enterarse que sos 44 te dicen que "es imposible, si sos re flaca". Las personas que descubren que tiñendo un pantalón con un paquetito de anilina de 8 pesos, queda como el día en que lo compró, hace dos años. Las personas que dicen "no tener calzado" y el ropero está lleno de zapatos de taco. Las personas que atienden tiendas de ropa con un "negri", te parecen tan desconocidas, y de repente les suena el celu a eso de las 11.30 y atienden con un "hola gordo... ¡qué se yo... pollo!" y te parecen más comunes que antes. Personas que juegan a la play en una habitación y en la de al lado tienen otra tele prendida, con la novela a todo volumen, "para no perderse nada". Personas que se cuelgan del techo con telas, e invitan a colgarse a otra gente.
Personas como vos y como yo. Personas tan complejas y tan simples, tan reales y ficticias. Personas que me crucé por estos días.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Francofonía

Esta semana, hasta el 24, es la semana de la francofonía y la lengua francesa. Una propuesta más que interesante que lanza todos los años el ministerio francés de la cultura y la comunicación, que sólo habla de "festejar" la lengua francesa. (Me gusta esa palabra, festejar algo).

Propone diez palabras para trabajar, crear, jugar y compartir durante esta semana. Voy a cumplir con algunos de esas propuestas contándoles las diez palabras (y sus traducciones, más allá de que algunas de ellas muestra a la lengua francesa que se expande por el mundo y "siembra" francofonía... si no, véanlo uds. mismos ;)

Atelier (taller)
Bouquet (ramo; aroma del vino; colmo)
Cachet (píldora, pastilla; estampilla; dinero que gana el artista por su trabajo)
Coup de foudre (flechazo -amoroso-)
Équipe (equipo)
Protéger (proteger)
Savoir-faire (destreza; habilidad)
Unique (unico)
Vis-à-vis (cara a cara)
Y mi preferida, de este año: Voilà (he aquí, he ahí...) difícil de traducir, ya que la usamos continuamente con ese significado.



Rutina

Abro el blog y me doy cuenta de que hace 15 días no escribo en él. Me pongo a pensar la causa y coincide con el inicio de la rutina, casi fija, de este 2013.

Digo casi porque si hay algo que no me gusta es la rutina.
La rutina así, dada sin condiciones, sin grises y cumplida al pie de la letra. Trato de cambiarla siempre, yendo por otra calle en la bici, tratando de encontrar otras sombras en días soleados y calurosos, o de saltar otros charcos en días de lluvia. De hecho, si hay algo por lo que me gustan los días de lluvia, es por eso. Uno, indefectiblemente, tiene que cambiar. Ir en otro transporte al habitual, o estacionar en otro lado del habitual, llegar en otros horarios, salir en otro horario, ver a otra gente, las caras mojadas y hasta enojadas del colectivo, los pisos mojados en el trabajo, los trapos de pisos que nunca están en la puerta, te dan ahora la bienvenida. La gente corre (mas de lo habitual), usa otra ropa.
Odio la rutina y trato de no seguirla, sólo en lo sumamente necesario: horarios de clase o laborales. Y aún así, la actividad que realizo en esos horarios tienen que ser distinta a la del día anterior.

Seguir la rutina, para mi, es meter un orden inquebrantable a las cosas. Algo más que está ahí y no se puede cambiar. Algo que nos impide, si algo sale distinto, a sonreír.

lunes, 4 de marzo de 2013

Sorpresas

Cosas que me sacan una sonrisa o una cara de sorpresa:

La cara de los pacientes, en la cola de espera del laboratorio de análisis, cuando la secretaria, luego de recibir la muestra de sangre u orina de mi gata, me pregunta: "¿Qué es?", y yo respondo: "gatita".

Ir por la calle y ver a la dueña de una peluquería escribiendo el cartel que promociona sus cortes unisex en la vereda. Siempre veo los pizarrones o escritos o limpios, pero nunca en pleno proceso de escritura.

Ver las primeras botas y sacos abrigados del año.

Los dibujitos similares que hay en las remeras de los nenes de jardín.

Que las personas que ya peinan canas crucen por mitad de calle, siendo que deberían dar el ejemplo del buen peatón.

La gente hablando del cercano otoño.

sábado, 2 de marzo de 2013

Estío*

El avión se acercaba. Escuchaba el ruido. Escuchaba los motores... mi desesperación iba aumentando, como el sonido en toda la quinta de mi abuela. Rápido, pensé ¿cuál era el mejor lugar para esconderse? Las higueras. Y ahí fui.
El avión pasó anunciando el circo de la temporada, los descuentos y las maravillas que traía, con una voz estruendosa y ronca que retumbaba a lo lejos.
A mi no me importaba: mi abuela era inmune a su poder de avión todo poderoso que nos sobrevuela, pero yo no. Con solo verme me esfumaría en el aire, desaparecería. La abuela seguía en sus tareas, las gallinas también. Pero yo estaba a salvo bajo los grandes higos de verano.



*Comencé a leer anoche "El vino del estío", de Ray Bradbury,  el protagonista va a juntar frutas silvestres al bosque con su hermano y su papá. Desde que entra al bosque está pensando que hay algo que lo persigue, pero que solo él ve. Luego, entiende que ese algo es una ola gigante que lo arrasará todo en pocos minutos. En un momento cierra los ojos, y antes de abrirlos piensa que verá todo devastado y  gris, el gris del barro que quedará atrás luego de que la ola se llevara los pinos y los setos. Pero todo sigue ahí... todo fue una idea suya.

Me encantó esa sensación, que tuve de chica, cada vez que una avión de circo, en su mayoría, o de cabotaje, pasaba sobre la ciudad. Casi siempre me atrapaba una sensación de miedo, angustia, de querer correr para todos lados. Similar a la de esconderme bajo las sábanas cuando pensaba que algo acechaba en mi pieza.
Y a eso me hizo acordar este libro, que promete traer muchos recuerdos más.

martes, 26 de febrero de 2013

Ansiedades*

Terminaba febrero y el momento se hacía cada vez más palpable. Las cosas se iban comprando, las viejas restaurando y volviendo a poner en la cartuchera. Las lapiceras de colores parecían más brillantes, la goma era más blanca de lo que la recodábamos del año pasado. El olor a hojas nuevas, una vez que se sacaban del film transparente. La mochila, nueva o tal vez remendada en alguna esquinita. La remera nueva, el guardapolvos nuevo. Las ansiedades nuevas. Todo listo para usar.
Todo iría perdiendo color, olor y gusto a lo largo de los días y los meses, y las ansiedades se irían transformando en ganas de guardar todo de nuevo, para estar de vacaciones, llegando junio.

* Me acordé de las ansiedades que tenía los días previos a empezar las clases, cuando era chica. Aún hoy, días antes de arrancar de nuevo la cursada de la facu, limpio la cartuchera y pongo todo en orden. Amo el olor a hoja nueva, a cuadernillo nuevo. Todo tan blanco y presto a usarse. Me acordé por el estado en facebook de una profesora de la facultad, madre de tres: "ya armamos las bolsitas del jardín, para bajar el nivel de ansiedades... :-)"

viernes, 22 de febrero de 2013

Comidas

Cuando el verano va llegando a su mes de vida, los almuerzos y las cenas empiezan a ser toda una problemática. Al menos para mi.
Después de hartarme del atún, el arroz, las ensaladas de papa con huevo, las de lechuga y tomate, las de zanahoria y algo, los sandwichs de tomate, queso y atún y, en un ataque desesperado, de las hamburguesas también, y ni hablar de las pizas acompañadas con cerveza, empiezo a desear la llegada del invierno. O al menos del otoño, donde con poner unas papas, una zanahoria, un caldo y un poco de salsa con algo en una olla, solucionas todo el problema.

domingo, 10 de febrero de 2013

Citas

Cuando leo, me van gustando párrafos u oraciones que, si tengo a Marbot al lado, se las recito en voz alta y si no, las marco en el libro para compartirlas después. Lo hice en su momento con Notre-Dame de Paris, que me dejó vaarias cosas para compartir. Acá, acá, acá y acá, tenés algunas.
Ahora, comparto algunas de un par de libros que he leído en este verano.


"El administrador buscó en las casillas clasificadas. Cuando acabó de leer repuso las cartas en la letra correspondiente pero no dijo nada. Se sacudió la palma de las manos y dirigió al coronel una mirada significativa.         
—Tenía que llegarme hoy con seguridad —dijo el coronel.         
El administrador se encogió de hombros.         
—Lo único que llega con seguridad es la muerte, coronel."*

"Así es la vida.         
—Así es —suspiró el coronel—. La vida es la cosa mejor que se ha inventado."*

"—Es un gallo contante y sonante —dijo. Hizo cálculos mientras sorbía una cucharada de mazamorra—. Nos dará para comer tres años.        
 —La ilusión no se come —dijo ella.         
—No se come, pero alimenta —replico el coronel—."*
* El coronel no tiene quién le escriba. Gabriel García Márquez.


Y ésta particularmente me encanta, porque además de haberme enamorado de las historias de Sherlock Holmes (recomiendo Estudio en Escarlata y Las Aventuras de Sherlock Holmes), encuentro que dos por tres tira frases en francés. En esta, citando a dos grandes autores franceses:

"L'homme c'est rien, l' oeuvre c'est tout(*), como escribió Gustave Flaubert a George Sand."
(*El hombre no es nada, la obra lo es todo)
Las Aventuras de Sherlock Holmes. Arthur Conan Doyle.

viernes, 8 de febrero de 2013

L'été

Sensaciones que me encantan del verano, que extraño durante el año y espero para volverlas a sentir cuando llegue la temporada estival: (aclaro, muchas son de mina, me faltaría el aporte masculino!)

- llegar sudorosa del río, con arena en las patas, el pelo hecho un nido de carancho... prender la ducha un poco más calentita que de costumbre y bañarse con todo el tiempo. Ponerse cremita, perfume y eso. Sentarse bajo el ventilador con la cabeza mojada.
- la brisa de río en la cara, cuando es con un libro en mano y las patas en la arena, mucho mejor.
-estar muy muy acalorada y empezar a meterse al agua (acá pueden ir varias categorías: mar, río, piscina, pelopincho) y bajarle unos cuantos grados al cuerpo.
- las noches de verano, con un vasito con algo frío dentro.
- meterse alcohol boricado en los oídos, después de haber estado con agua en ellos toda la tarde.
- envolverse en una toalla limpia cuando salís del agua muerta de frío.
- sacarse la maya mojada y quedar con remera sola.
- la sensación de frescura el último día del ciclo menstrual, cuando dejás de usar la calurosa toallita.
- pintarse las uñas de los pies.
- el olor al bronceador de coco.
- ponerse repelente una tarde llena de mosquitos.
- tomar agua con mucho hielo.
- chupar el hielo.
- andar en patas en el piso de casa limpio.
- regar las plantas.
- comer ensaladas requete frías.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Guiños

Cosas que me encanta y me sacan una flor de sonrisa son esa pavaditas que algunas personas hacen igual que nosotros. Me explico: gente que no conocemos, de las que no sabemos ni el nombre ni nada, y hacen, muestran, o denotan ciertos gustos parecidos a los nuestros. Por estos días vi dos, ¿a ustedes les ha pasado?

En una playa dos señoras leían a unos metros de nuestra ubicación. Cuando me pongo los anteojos (que salvan mi miopía) veo la portada de uno de los libros: el primero de la saga de Canción de Hielo y Fuego, de la cual yo voy por el 3.
Andando en bici, cerca de mi casa, me crucé con un chico que llevaba una remera blanca con una Torre Eiffel estampada en ella.

viernes, 1 de febrero de 2013

Nunca


Y en ese mundo lejano, muy lejano, un día estuvieron todos juntos: los taxistas, los peluqueros, los vecinos, los periodistas de la tele, los conocidos que se encontraban dos por tres en las calles para tener charlas de compromiso, los pacientes que esperaban fuera del consultorio de los doctores, los que compartían los ascensores, los conocidos de los amigos... todos.

Y todos, en ese mundo lejano, muy lejano, hablaron de filosofía, de teatro, de música, de cine, de literatura, de páginas web interesantes, de colores, de diseño, hablaron en otros idiomas, de viajes, de playas, de juegos, de amor, de amistad, de autos, de casas, de comida y gastronomía, de astronomía, del cosmos, de física y química, de biología, de historia...

... de todo hablaron, pero nunca, nunca, nunca, hablaron de cómo estaba de loco el tiempo.

jueves, 31 de enero de 2013

Imaginando

En un foro en facebook, donde la gente comenta libros que ha leído, agrega datos sobre los autores y habla de literatura en general, hice un post sobre el libro Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury. Una señora comentó que no le gustaban los libros de ciencia-ficción. Y agregó 'ni siquiera el cine de ciencia-ficcion me gusta. en realidad no me gusta nada que no sea creíble  tampoco la fantasía  libros del tipo Señor de los anillos, Los juegos del hambre, etc.'

Me quedé pensando si justamente ese propósito no es el principal de la literatura: hacer de lo increíble algo real (al menos en nuestras mentes). ¿Tiene sentido la literatura si carece de esta característica (sea o no ciencia-ficción)?

sábado, 19 de enero de 2013

Abuelos


Afuera, la siesta interminable creaba pequeños oasis en los árboles de la vereda. Oasis que nadie usaba, porque a la hora de la siesta, bien se sabe por estas zonas, se hace siesta. Todos, sin ningún pero y sin chistar, esa hora, hora y media, dos, se tenía que dormir. Sobre todo en esa casa.
La retenía adentro la habitación fresca, gracias a la oscuridad y las paredes de barro, las sábanas lisas por el uso y con ese olor particular. Además, la idea de salir de allí tropezaba con la mirada entredormida de la abuela, justo en el paso antes de la puerta de salida. Así y todo, el camino era conocido y nada podía interferir con la libertad.
Dos pasos hasta el borde, cinco o seis para la punta de la cama, y otros tantos hasta la puerta sin cortinas ni abertura. Otro pasito más, con más silencio que el que venía logrando y abrir la puerta alta de madera con un leve rechinar de sus bisagras, que no era ruido ante los ronquidos del abuelo, durmiendo en el cuarto de al lado, el de invitados.
Afuera también estaba oscuro, pero era una oscuridad marrón gracias a la cortina. La cocina, con ese olor a verduras hervidas y a carnes, el piso desigual y el aparador de vidrio. En el comedor, el mueble que despertaba la curiosidad... tacitas y vasos chiquitos, de esos que el abuelo hace rato no usaba con un licor dentro, las copitas de igual tamaño, las tizas. Los piolines y las cartas, los mantelitos. En la mesa, la birome y la tira de papel apenas manchada con los números del chinchón del día anterior daban lugar al juego. El florero con esas flores siempre entre frescas y marchitas, con el olor característico.
Aunque la puerta del frente de la casa estuviese cerrada, no era un impedimento para que levantarse en silencio a la siesta en la casa de mis abuelos, no fuera divertido...*

* Estos días estuve durmiendo con una almohada a la que mi vieja puso una de esas sábanas heredadas de la abuela y, ante la charla de postres y manzanas al horno, recordé el olor de esas que hacía mi abuela en el horno de barro. Olor que nunca volví a sentir, por más bueno que fuese el cocinero.

viernes, 11 de enero de 2013

Tiempo libre

Los sobrinos de Mario regresaron de sus vacaciones en la costa atlántica argentina. Uno prendió la tele y se enfocó en cada una de las 42 pulgadas, el otro prendió la compu, se sentó frente a ella con el celular en el regazo. Nos preguntamos con Mario qué habían hecho en sus vacaciones a falta de estos aparatos electrónicos, hasta que Juli, el mayor se acercó y dijo:

" Me leí el último libro de Harry Potter: 700 páginas en 3 días... ¡re zarpado!"

Y tuvimos una parcial respuesta a nuestra pregunta.



lunes, 7 de enero de 2013

Igual

Con las sorpresitas de los cumpleaños de niños pequeños y otras compras de 'antojo', he caído en la cuenta que las siguientes son las golosinas que siguen manteniendo su sabor intacto, desde hace (por lo menos) 20 años, que es de lo que puedo tener recuerdo yo:
· Las gomitas (las comunes, redonditas o en forma de montañitas), las gomitas de menta (las triangulares), los Palitos de la selva, las pastillitas La Yapa y los chupetines Pop's (los clásicos, de palito amarillo).

No con tanta alegría, tengo que admitir que el gusto que tienen las siguientes, no me recuerdan nada a las de mi infancia, puesto que no mantienen el mismísimo sabor de antaño:
· Los Paragüitas, tengo mis dudas sobre los caramelos Ácidos (tal vez no haya ingerido la suficiente cantidad de chica, como para tener una referencia), los chocolatines (cualquier marca).