jueves, 14 de noviembre de 2013

heladeras mudanza enchufar

Fueron las tres palabras que tipeé en Google para desmitificar una de las mentiras más pronunciadas a la hora de hacer una mudanza: ¿cuánto tiempo esperar luego del traslado para enchufar la heladera?
En cada mudanza en la que he participado me parecía super incómodo no poder tener la heladera lista y funcionando para la noche en tu nuevo hogar. Así pasaron mudanzas de amigos y familiares en las que la heladera era olvidada desde el inicio a causa del mito que reza que "hay que esperar 24 horas hasta enchufar la heladera una vez movida".
La que se mudó este fin de semana fui yo, y me molestó bastante no contar con el electrodoméstico que enfriara el agua o guardara mi leche sana y salva hasta el otro día. Por eso, una vez abierto el cartón de leche la primera mañana en mi nueva casa, Google me dio la ayuda que necesitaba.
Y acá el resultado: esperar solo 15 (sí, QUINCE) minutos después de mover una heladera para volver a enchufarla y sólo si se la traslada por más de dos horas en posición horizontal, esperar las tan famosas 24 horas. ¿La explicación técnica? Mejor, cito al experto: http://www.fuentesrefrigeracion.com/para-saber.php

sábado, 28 de septiembre de 2013

Zona WIFI

Las orejas ya no existían. Se habían dejado de usar mucho tiempo atrás, más o menos al mismo tiempo en que desapareció el gusto por escuchar una buena canción. Y nadie lo notó... fue espontáneo. Un día, en una maternidad más, de una ciudad más, de una mujer más, nació el primer hijo de la humanidad sin orejas.

Las antenas gigantes se instalaron en cada una de las ciudades y en cada uno de los pueblos de todo el mundo. Incluso en las selvas, en los pantanos, en los desiertos. Era inconcebible que un hombre anduviese por ahí sin conexión de red

Wifi fue la palabra menos utilizada por aquellos días. Ya no se veía en las puertas y los pizarrones de los cafés, en las tiendas y en los parques. No era necesario, era obvio que en cualquier parte había. Las contraseñas ya no fueron necesarias y miles de anécdotas sobre nombres chistosos de redes de personas chistosas, desaparecieron. "flia dominguez", "escuela", "secretaría", ya no fueron visibles en pantallas y teléfonos y en su lugar estaban esos indescifrables caracteres que marcaban una u otra ciudad. Porque ya ni el nombre del lugar importaba, importaba la red.

Así, fueron naciendo uno a uno los niños sin orejas. Las conversaciones no eran importantes para nadie y la evolución hizo el resto.Para cuando lo notaron los primeros pediatras, ya era tarde. Aquellos que habían sabido entablar buenas conversaciones con otras personas utilizando nada más que su voz, se habían ido.

La preocupación fue mundial. Consternados, algunos pidieron por los foros a las farmacéuticas más importantes tomar algún tipo de medida. "Seguro alguna hormona alcanzará", se repetía en las pantallas de televisión que emitían desde hace años con estados y comentarios del muro de los conductores y los televidentes. Otros, alzaron sus teclados a los gobiernos: planes de salud estatal para llevar a cabo las cirugías necesarias y reestablecer el par de orejas que ya faltaban en toda la población infantil. Los más optimistas, optaron por restarle importancia:  "si desaparecieron, por algo será", y aún les sobraban 108 caracteres.

La desdesperación continuó. Las redes sociales, colapsaron. Y de a poco el mundo entero empezó a ver las orejas como accesorios.

Todo continuó hasta el día en que un hombre más, dueño de una cafetería más, de una ciudad más colgó el cartel pizarra en la entrada de su local, que rezaba en manuscrito: "zona libre de wifi".
Las primeras semanas fueron desepcionantes para él y su emprendimiento: la gente miraba al interior del local con ojos enormes, no entendiendo cómo podría existir un lugar así, libre del problema que los atañía a todos.
Un día de sol como cualquier otro, alguien que pasaba por el ventanal de la cafetería tuvo el simple gesto de levantar la mirada de su teléfono y lo vio. Morocho, grande y encorvado, con unos bigotes finos y negros, el dueño de la cafetería sonreía, mientras cruzaba algunas palabras con una señora de piel blanca como de papel de calcar, ojos grandes y azules y labios finos y rosas. ¿Qué harían? Se preguntó el transeúnte. Simplemente, ¿hablaban?
Pasó al día siguiente, un día húmedo de lluvia y viento sur. Apresurado por encontrar un lugar seco donde pasar un rato y poner a resguardo su teléfono, entró en la cafetería. Dolor. Fue una punzada la que sintió en el oído luego de escuchar la voz suave y aguda de la mujer, que otra vez hablaba con el dueño. Luego fue la calma, la tranquilidad en los acordes de su dulce voz.
El teléfono vibró y avisó "sin conexión".
Pero ya no importó, las voces se acumularon en su cabeza y el dueño del café lo invitó a sentarse, le extendió la mano, le dio la bienvenida y un café y le dijo que hoy estaban hablando con Diana de la magia de los días de lluvia.


martes, 27 de agosto de 2013

El carro en movimiento...

Miro la fecha "22 de julio...". Más de un mes, pienso. ¿Qué pasó este mes que no escribí nada?
La muerte, la vida, el amor, los amigos... viajes, placer, rabias. La vida. Eso pasó. ¿Y cómo describir la vida? En las palabras de los otros. Y así las dejo. No borro este mes de mi vida, lo dejo grabado en palabras ajenas.

Ya retomaré por estos rumbos el contar cosas que tal vez a nadie le interesen, o tal vez sí. Fragmentos, palabras, la vida.

lunes, 22 de julio de 2013

Cabezas

He estado observando en las últimas fiestas a las que he ido que, si sos mayor de 17, 18, bailás en la pista mirando a tu pareja o a tu ronda de baile. Si sos menor a esas edades (y tenés más de 14, 15...), bailás con el celular en la mano, con la cabeza gacha y moviendo los pies torpemente.
En fin, si mirás de puntitas de pie por sobre los bailarines (digo de puntitas de pie, porque tengo 1,60m de estatura), identificás rápidamente las edades viendo sólo cabezas.

jueves, 11 de julio de 2013

Reflejo*

Y el pavimento está brilloso y, ¿qué refleja? Las luces, las sombras, la vida. Todo. Las paredes opacas se quedan con la luz del umbral, y se humedecen, y lloran, y ahora la reflejan.
Y yo ¿qué veo? ¿Reflejos o verdad? ¿Luz u oscuridad?
Solo veo.

*Cosas que se me ocurren, andando a velocidad mínima en auto por la ciudad húmeda, después de la lluvia:


lunes, 8 de julio de 2013

Cuando...

Cuando voy por la calle veo gente con frío, sin cuello ni hombros.
Cuando voy por la calle veo chicos sonrientes, a cuello descubierto.
Cuando voy por la calle veo jubilados con frío y tristeza, pero caminando.
Cuando voy por la calle veo bicicletas con guantes, y motos sin casco.
Cuando voy por la calle veo caras de principio de mes y caras que no tienen principio de nada.
Cuando voy por la calle veo gente que quiere cambio, pero no cambia.

Cuando voy por la calle veo gente.