miércoles, 1 de agosto de 2012

Accidente

En una ciudad chica como la mía (o un pueblo grande, como solemos decir los uruguayenses), un acontecimiento como un choque en una esquina es menudo regalo para la quietud rutinaria.
Ver dos autos mal estacionados en una intersección, con un tipo de azul al lado escribiendo algo en una libretita, es señal para que muchos se queden mirando un rato.
Todos, sobre todo los mayores que tendrán el acontecimiento del día para contar a parientes y amigos. Como mi abuela, que creo desde hace un tiempo escucha la radio sólo para hacer un catálogo de las catástrofes, robos, homicidios, para contar solamente el más sangriento y que amerite la mayor cara de estupor posible de parte nuestra, cuando nos sentamos con unos mates.
El choque o accidente, leve o no, hace que autos y motos bajen su velocidad media de 40 a unos 10, 15 km/h al llegar al lugar, que las bicicletas pedaleen más despacito, que los transeúntes hagan menos pasos y no manden mensajes de texto al caminar. Que los bustos que van en el colectivo, de repente rompan su quietud y miren para el costado y que el colectivero baje un cambio en la palanca enorme que toca todo el día.
La colisión hace que, en mi ciudad, en un radio de 30, 35 metros a la redonda del mismo todo ande un poco más despacio, hace que todos miremos un poco al otro, al pobre desgraciado que va a tener una mañana fuera de la rutina a causa de no pisar el freno cuando correspondía.

3 comentarios:

Marbot dijo...

Efectos positivos de una acción negativa, así somos. Btw, me encantó el texto.

Chuli! dijo...

Jajaja! Sí, sobre todo la cara de los viejitos, es cosa positiva! :)

Razias!

Sabina dijo...

Qué buen análisis!