sábado, 11 de agosto de 2012

Cada ciudad


Gualeguaychú es como mi ciudad, pero con nombres de calles distintas a las de ésta. Su cielo es igual al nuestro, el aire también, al río no lo vi hoy pero en otras ocasiones sí, y puedo afirmar que, unos cuántos kilómetros de erosión de por medio, es el mismo. Sus aguas son las mismas. 
Al frente de donde me bajo del colectivo en Gualeguaychú veo un cartel grande, viejo pero que no pierde vigencia: "el 29 de abril, todos al puente", reza. Además, la gente te mira como viendo tu entrerraneidad, pero admitiendo que no sos gueleguaychuense, o al menos no sos del barrio. Calles con nombre de provincias argentinas: por un momento estoy entre viñedos en San Juan, al rato ya me siento más cerca de casa: Santa Fé. 
El viernes caluroso de agosto sigue su rumbo de ciudad del interior, los chicos salen de la escuela más rápido de lo habitual, sus rostros son más felices, o al menos simulan serlo, a las cinco y pico de la tarde. Los autos retumbando pasan sin cesar uno al lado del otro... "ya es viernes", me digo, "como en Concepción*". Más adelante, un cartel escrito a mano y con tizas, como los que me gustan a mi en los almacenes, dice "dulce casero, rico rico" y la sonrisa del septuagenario almacenero así me lo hacen creer. Almacén de barrio, bien entrerriano, con la yerba mate de colores a la vista de todos.
Los grandes ausentes son las publicidades políticas (hace rato dejé de creer que son propagandas). "Ya van a estar", me digo "acá y en Uruguay*". 
Las calles muestran la misma falta de color que en toda la provincia, supongo. Al menos así están allá, en mi ciudad, grises. Y me imagino todo con dos tonos de colores más brillantes que los que me muestran. Rojo, azul y amarillo. Verdes, naranjas y violetas. Limones, mandarinas y manzanas. Falta color, falta la lluvia.
Paseando por el centro, me pregunto dónde estará la plaza, como en nuestro "centro". Aquí el comercio se ha separado de la ley, la iglesia y los estamentos municipales. Supongo que en Concepción también, sólo que se disimula mejor. Tal vez, ya estén separados hace años, y nadie lo ha notado. Yo no lo he notado.
Las jugueterías, pilcherías, zapaterías y hasta heladerías anuncian "Agosto, el mes del niño". Me pregunto cuándo será el día en que, allá y acá, los parques y parquecitos digan "este es el año del niño". Tal vez ni siquiera un año. Un mes, como el que se han tomado ahora para que papá y mamá tengan dinero para comprar muñecas que rozan los mil pesos.
Miro hacia arriba: gris. Miro hacia abajo: gris.
Aquí, en Gualeguaychú, las señoras paquetas se ponen sus mejores ropas beige y marrones y sus mejores pinturas para ir a tomar un café con sus amigas, al café céntrico. En Concecpión también. Por la esquina pasa un perro flaco, apurado como todo el resto de la gente que no ve la llegada del fin de semana. De su muerte... tal vez si lo viéramos así, no correríamos tanto y miraríamos a los perros flacos, en busca de un poco de comida, que ven la llegada de su muerte. En Uruguay también. Supongo que ver cochecitos con mamás empujándolos nos hace tener esperanzas. Y pienso en la única bebé gualeguaychuense que conozco, y que aún no conozco. Supongo que viendo a otro crecer, a uno no le interesa tanto su muerte. Y acelero el paso, para que no me pise una señora que viene en auto. 
Como allá en Concepción.
Me voy. A paso lento. A uno la ciudad que lo alberga por unas horas es como que no lo deja ir. Sin embargo tengo a Uruguay tirándo para que vuelva. La noche es oscura, me subo al colectivo. Después de pagar, se pone oscuro también. Sin embargo el reflejo anaranjado ilumina un poco las nubes, haciéndo un techo más que extraordinario. Un techo. ¿Las ciudades han hecho nuestro techo? 
La ruta, la única luz de los faroles. La única música, la murga canción uruguaya:
"Lugareños temen evacuar, 
bucaneros salen a robar, 
forasteros vienen a mirar, 
paraderos por averiguar."

Me río. Trato de ver aunque sea la llegada a casa de esa manera. No puedo. Es mi casa. La he visto una y mil veces, así, con ganas de verla. Semáforos y ciervos. Árboles y autos. Me los conozco. Lo sé.
Perros flacos. Autos retumbando. "El mes del niño". Gris. Al final, la veo así. Siempre la veo así.
Hola Concepción, hola Uruguay. No sé como nombrarte y aún así te extraño.

*) "Concepción" y "Uruguay" hace referencia a como llamamos a Concepción del Urguay nosotros, sus propios ciudadanos.



2 comentarios:

Marbot dijo...

Uh! Juete che. Muy juete. Me pasa lo mismo con Concepción, y eso que estoy acá hace ¿apenas? diez años. Me quedo con la relexión del techo de las ciudades. Con la reflexión, y con la duda. Hermoso.

Sabina dijo...

Qué lindo Chula! Mirá cómo te inspiró Gualeguaychú!!! je, se nota que sos bien tagüe loquita.