sábado, 5 de mayo de 2012

Razas y humanas

Salgo de la casa de Mario rumbo a la fotocopiadora/quiniela que hay en la esquina. Entro y una señora ofuscada le pregunta al otro cliente que había en el local y al que atendía si eran falsos. "Porque la china esta hija de re mil puta me lo metió el otro día abajo de otro billete... y todavía, cuando llegué a la esquina me pegó el grito y me hizo volver, para decirme que eran falsos". No terminando de entender por qué estaba enojada si encima "La china" la llamó para advertirle del problema, y capaz hasta se lo quiso cambiar, noté la cara de los otros dos. El quinielero la atendió rápido, medio que le dijo chau para que se vaya.
"Por más que le haya hecho lo que le hizo, no es justificativo para hablar así de una persona", me dijo, mientras me sacaba la fotocopia.
Salgo de ahí y veo un carro a caballo. Su dueño estaba juntando y acomodando las caja de cartón que probablemente "la china" haya dejado ahí la noche anterior. El caballo estaba flaco y hasta podría decirse que triste. Me dio pena, por ambas realidades... la del hombre y la del caballo. Me salió darle una caricia en el hocico al que camina en cuatro patas, pero no supe qué hacer con el que camina con dos, mi semejante.

Volví mirando a la tierra, mis pies, la calle. Volví pensativa, cargando una bolsa llena de verduras. Volví pensando en miles de soluciones inviables para ambos.

1 comentario:

Marbot dijo...

El mundo está lleno de boludos y de intolerancia.