lunes, 26 de septiembre de 2011

Ahhhh! Meteoritos!

Hoy al mediodía llegué a casa y mi vieja me dice: ¿viste el meteorito que cayó en Buenos Aires? Explotó una casa y todo, y encontraron las garrafas intactas... etcéteras.
En seguida me dije: tengo que saber la opinión de Adrián al respecto. Así que le mandé un msj, textual:
"Si te lo tomás con humor y querés reirte un poco, poné Crónica. Si no, y te vas a calentar, no prendas la tele, directamente. Cayó un "meteorito" en E. Etcheverría :P"

El no contestó... por mensaje de texto. Lo hizo por mail, y copipasteo todo.

"Para que se hagan una idea del hueco que hace un meteorito cuando cae,
acá va una foto de uno que cayó en 2010 en Perú. Tenía un diámetro de
menos de un metro, y dejó un hueco de 30 de diámetro y 8 de
profundidad. Respecto de la foto de mierda que está dando vueltas,
tuve la suerte de ver algunos grandes bólidos, por casualidad,
cruzando el cielo, y no da tiempo ni a desbloquear el teclado del
teléfono para sacar una foto. Ni siquiera creo que una cámara
tradicional pueda ser sacada del bolsillo y apuntada en ese tiempo. Es
todo por ahora. Duerman tranquilos, cierren bien el gas y muden sus
laboratorios de metanfetaminas fuera de sus casas (conozco una cantera
al sur de Concepción que sería un buen lugar).
Mono."


viernes, 23 de septiembre de 2011

Peirce.

Tengo en mi lista de materias para recibirme de profe de Francés, Semiótica. No puedo decir que por los cuentos de otros estudiantes y por el nombre, no me asusté al principio cuando empecé a cursar esta materia cuatrimestral y troncal.
Sin embargo me gusta encontrarle cosas divertidas y que me llamen la atención a las materias de las que por ahí no sé mucho. Algo de lo que me pasó con este filósofo estadounidense, que vivió a fines del siglo XIX, y dio el marco, con su teoría de los signos, a la semiótica actual.
Pero lo que encuentro interesante del tipo es su vida... la de atrás de la semiótica, de los signos, de los escritos. Su vida misma. Extraigo algunos párrafos de una nota de la revista Ñ, de Clarín:

"Peirce fue un pensador asombroso. Su obra es compleja, heteróclita, erudita e inacabable. Hablar sobre ella “en resumidas cuentas” supone predicar a conversos. Y aún quienes se especializan en su obra, poco saben sobre sus avatares personales.
(...)
Tuvo una vida zigzagueante, marcada por malas decisiones y por una peor suerte. Fue un niño prodigio interesado en la química que leía a Richard Whately; creció en un hogar de académicos prestigiosos y ni toda su influencia pudo mantenerlo por la buena senda. Estudió geodesia, medicina, matemática, lógica, meteorología, astronomía, fotometría; abrazó a Kant, Schiller, Stöckhardt, Leibniz. Inventó el pragmatismo norteamericano, o eso se cree.
Emprendía negocios que siempre fracasaban, apoyaba la esclavitud, era zurdo, divorciado, racista. Fue un “ñoqui” estatal y lo echaron de casi todos lados. Bebía compulsivamente, era adicto a la cocaína y la morfina. Cada tanto estaba escapándose de la policía o de sus prestamistas.
Fue un bon vivant que amó la buena vida; también durmió en la calle y comió de los cubos de la basura. Editó un solo libro, Investigaciones fotométricas; terminó otros dos, inéditos. Publicó unos 75 artículos y una cantidad similar de recensiones; escribía por dinero, casi siempre escaso o mal invertido. El resto de su obra son manuscritos que, de publicarse, llenarían decenas de volúmenes. Hace casi un siglo que se intenta reunir ordenar estos papeles, sin mayor progreso; algunos fueron recopilados en los ocho tomos de Collected Papers (los primeros seis se publicaron entre 1931 y 1935, los otros dos en 1958). Pasó sus últimos años en la pobreza, olvidado por las academias, enfermo y escondido de sus acreedores. Cuando murió, su esposa vendió los manuscritos a la Universidad de Harvard por quinientos dólares para comprar un cajón donde enterrarlo.
Y a pesar de todo, Peirce se las ingenió para trazar uno de los proyectos intelectuales más ambiciosos de la modernidad: una teoría del conocimiento fundada en una teoría general de los signos. (...)
Nacido para perder Charles Sanders Peirce fue nieto del senador Elijah Hunt Mills y su padre, Benjamin Peirce, fue el matemático norteamericano más importante del siglo XIX. Clichés de niño prodigio: a los once escribió una historia de la química; a los doce ya tenía su propio laboratorio; a los trece cayó en sus manos Lógica de Wately, y se pasó los siguientes años dedicando dos horas al día a memorizar Crítica de la razón pura de Kant. Graduado en Harvard, y por influencia de su padre, trabajó como investigador científico en el Instituto Oceanográfico y de Geodesia durante tres décadas.
Entre 1861 y 1865 tuvo lugar la Guerra de Secesión. La familia Peirce tenía sólidos lazos con el sur, creía que la esclavitud estaba bien argumentada. (...) El pueblo debería ser esclavizado; sólo los esclavizadores deberían practicar las virtudes que son indispensables para mantener su régimen”.(...)
Viajó a Europa. Estudió el funcionamiento del péndulo y la aceleración de la gravedad; publicó Observaciones fotométricas en 1878. Entre 1879 y 1884 enseñó lógica en la Universidad Johns Hopkins; logró reunir sólo doce alumnos por clase. Fue su único contrato con una universidad y terminó cuando lo echaron abruptamente. ¿La causa? Zina –apodo de Harriet Melusina Fay– esposa de Peirce y famosa feminista, militaba a favor de que el adulterio fuera castigado con la pena de muerte. Peirce se divorció de ella en 1883, y a los dos días volvió a casarse con Juliette Annette Froissy, a quien le llevaba veinticinco años. Zina echaba humo por las orejas y en Hopkins decidieron ahorrarse el escándalo.(...)
El trabajo de Peirce para el gobierno resultó funesto. Malgastaba los fondos de sus misiones científicas, descuidaba o rompía los instrumentos; en un viaje a París destinó buena parte del presupuesto a un sommelier que lo instruyó sobre la variedad Médoc. Sufría períodos de estrés y permanentes colapsos nerviosos; se iba de juerga en juerga. Su padre murió en 1880 y casi de inmediato se lo pasó a retiro por incompetente. Afrontó un juicio por malversación de fondos públicos, pero fue sobreseído. (...)
Padecía de neuralgia del trigémino y facial, enfermedad que produce dolor intenso en los nervios. Usaba morfina, cocaína y éter, y no tardó en volverse adicto; lo mismo sucedió con el alcohol. Encima era zurdo, y la zurdera estaba emparentada con la locura. (...)
Confiaba en que el siguiente negocio le traería fortuna inmediata. Intentó de todo: construir una planta de energía hidroeléctrica, comerciar un proceso de blanqueo de ropa, poner una escuela de lógica por correspondencia. Nada funcionó.
En 1887 compró una casa rural en Milford, Pensilvania, gracias a la herencia de su padre, donde pasó sus últimos veintisiete años. Y aunque fue en este período cuando escribió gran parte de las 80.000 páginas que acabarían en Harvard a cambio de un entierro, no fueron años fáciles (algunas de esas páginas están escritas por el frente, el dorso y los bordes, pues no tenía dinero para papel). Peirce intentó conseguir un trabajo estable en alguna universidad, pero su mala fama lo precedía.
Los trabajadores que habían reformado su casa lo demandaron por falta de pago en 1894, y una sirvienta lo denunció por agresiones. Las autoridades ordenaron su arresto y estuvo prófugo tres años.
Dormía en la calle y comía donde podía; cuando volvía a su casa tenía que disfrazarse. “He aprendido mucho sobre filosofía en estos últimos años porque han sido años muy miserables y desafortunados, terribles más allá de todo lo que el hombre de experiencia común puede entender o concebir”, escribió en 1897 a su amigo William James, donde aseguraba que hacía tres días que no probaba bocado. “Se me ha revelado un nuevo mundo del que yo no sabía nada, y del cual no encuentro que alguien que haya escrito sepa realmente mucho; se me ha revelado el mundo de la miseria”.
Con la bancarrota llegaron los embargos y los intentos de suicidio. Se la pasaba oculto en el ático para que no lo encontraran sus acreedores; estaba mal alimentado y enfermo. Murió de cáncer el 19 de abril de 1914.
El siglo XX fue el período en que la semiótica se consolidó como disciplina académica. Peirce continuó con su mala racha, aun después de muerto. En 1916 se publicó el Curso de lingüística general, de Ferdinand de Saussure, y durante los siguientes cincuenta años la lingüística y la semiología fueron estructuralistas: el signo era una construcción psíquica binaria. Hubo que esperar hasta 1960 y 1970, cuando las insuficiencias del estructuralismo se volvieron insalvables, para que el modelo peirciano emergiera de las sombras.(...)"


Pisarro,Marcelo en
"De House a Peirce, aventuras de una mente brillante"; revista Ñ, 26 Febrero 2010.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

La niebla...

La Wikipedia la caracteriza como: "una enfermedad neurodegenerativa, que se manifiesta como deterioro cognitivo y trastornos conductuales. Se caracteriza en su forma típica por una pérdida progresiva de la memoria y de otras capacidades mentales, a medida que las células nerviosas (neuronas) mueren y diferentes zonas del cerebro se atrofian."
Más o menos eso es lo que sabemos del Alzheimer... hasta el día que ésta se topa con uno. O te la cuentan. O la sufrís en alguien cercano... Hoy se "celebra", además del día de la primavera y el estudiante, su día. Se conmemora en todo el mundo para concienciar y prevenir la enfermedad.
Yo elijo ésta prosa y canción, de Agarrate Catalina, escrita por Yamandú Cardozo en 2007, una noche en la que volvió del hospital, de ver a su abuela degenerándose por este mal.
Lo escribió, se lo guardó y poco tiempo después se lo mostró a sus hermanos Tabaré y Martín. Entre lágrimas, el primero le dijo que lo que había escrito tenía que estar en el espectáculo 2008 "El viaje", a pesar de que ambos coincidían en que no era muy carnavalero el tema.
Durante el carnaval de ese año la abuela de los Cardozo muere después de la lucha... en la niebla. "Salimos del velorio y fuimos al club a pintarnos para salir a cantar", dijo Yamandú en una entrevista. Y tuvo aceptación total.
La enfermedad vista desde la mirada de alguien que lo sufrió a la par de un enfermo. Una prosa fascinante.



Solita en un rincón,
de un tiempo que murió,
hace algún tiempo atrás,
sin horas ni reloj.
Ausente en ese vals
de cínico compás,
bailando en un montón
de niebla y soledad.

Y yo no sé,
no sé como llegar,
y solo sé,
tan solo sé cantar
y agradecer
que puedo recordar
tus caricias,
piel de sol y terciopelo.

Perdida entre tu piel
se rie tu niñez,
se rie y vos te vas;
te abrazo donde estés.

Y yo no sé,
no sé como llegar,
y solo sé,
tan solo sé cantar
y agradecer
que pude disfrutar
de tus mimos de budín
y caramelo.

martes, 20 de septiembre de 2011

Galofobia.

En clase de Lengua francesa 1, no sé por qué saltó el tema de los botones y una compañera contó de un conocido que le tenía fobia a los botones. Buscando cómo se llamaba esa fobia en particular, encontramos una que tenía más que ver con nosotros... la galofobia: dícese del persistente, anormal e injustificado miedo a lo relacionado con la cultura francesa. También se conoce como francofobia. La nota que encontré estaba ilustrado con esta imagen:


Me acordé de Sabi, en este post.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Violencia

En febrero de este año, en el verano uruguayo y arribando a una playa de Piriápolis, escuchamos con mis amigos y mi novio, en una emisora uruguaya, el cuplé de la Violencia, de la murga Agarrate Catalina.
Estábamos en el Uruguay y queríamos escuchar murga, denuncia... y vaya que este cuplé lo engloba todo.
Sobre todo porque no hay cabida a ningún tipo de explicación. Es así de simple y así de sencillo lo que nos pasa a nuestros pueblos, al argentino y al uruguayo (y a muchos otros). Lo tengo siempre presente en el diario vivir... para no bajar la caña contra nadie, para, antes de decir algo de alguien pensar en cuestiones como éstas. Si hay algo que creo hace grande a la murga uruguaya, son cosas como estas. Por suerte en mi ciudad, se las ve seguido.
Si no lo viste, no te lo pierdas... si tuviste el placer de escucharlo, tomate 5 minutos y hacelo de vuelta.