jueves, 8 de abril de 2010

Violeta.

Era un jueves como cualquier otro en la fotocopiadora. Tranquilo, sin muchos sobresaltos, al menos no más de los comunes. Entre la gente que vino apurada y con cara de preocupación, con carpetas y libros, con quejas, arrugándose lento pero rápidamente, y demás, llegó ella: Violeta.

Violeta tiene 76 años, tiene tres hijos de 40, 41 y 42 años, dos nacidos en Santiago del Estero, cuando trabajaba allá de maestra, y uno entrerriano "para tener uno local"; abuela de tres nenes, de 5, 10 y 13 años; viuda hace un año y medio, después de 44 años de matrimonio y 5 meses de noviazgo, de un cordobés que vivió en Catamarca y Santiago, por aquellos años en los que se conocieron y se enamoraron a primera vista, según cuenta orgullosa Violeta.
Profesora de danza, corte y confección y maestra... hoy, vendedora de ollas ESSEN (que me vengo a enterar que salen algo así como 300 mangos cada una) "porque me aburro sino, sola en casa... no me gusta el silencio. Acostumbrada a estar con chicos toda mi vida, no me gusta el silencio. Por eso me puse a vender ollas cuando me jubilé. Para entretenerme..."
Hablando de todo un poco, resaltó cuestiones importantes:
- no puede creer lo poco que ganan los maestros y profesores hoy en día, y lo mucho que los desprecian en general;
- que las parejas de ahora se juntan y se separan como quién se cambia de ropa interior, y hay mucho piberío desconcertado vagando por ahí;
- que los pibes de ahora no leen y en ese aspecto hay que apoyarlos los mayores.

Hablando del silencio, en realidad de lo poco que le gusta, me contó que pone a todo volumen Pavarotti en su casa... cuando no, algún clásico de Isabel Pantoja, Estela Raval y, el infaltable, Sandro. "Yo me emociono con las letras. Lo que hace un año y pico estoy sola, sin mi marido. Lo extraño muchísimo, éramos muy románticos".
En medio de la charla le suena el celular: "me lo dieron mis hijos cuando enviudé... ¡para controlarme! jaja!.... Hola, ¡hola! Mercedes. Ya voy, en la fotocopiadora. Besos, ya voy (corta la comunicación) Era mi nieta, de cinco años, avisándome que ya estaba la cena".
Y así, medio cerrando la conversación dijo: "antes de ayer fue mi cumpleaños, llegué a los 76"
Yo: -¿cuándo? ¿el 6?
V:- sí! el 6 de abril es mi cumpleaños...
Yo:- ¡el mío también!

Entre coincidencias y saludos de cumpleaños, se fue a degustar la cena que le prepararon sus nietos, no sin antes preguntarme el nombre, decirme dónde vivía y el nombre y apellido completo. "Yo sigo firmando con la incial de mi apellido y el apellido de mi marido... para mi sigue siendo mi marido, por más que esté muerto".

Simplemente, una persona que me pareció maravillosa (más cuando me dijo su fecha de cumpleaños :P)

Esto me trae a la memoria la conversación que tuvimos con Mario el otro día: la gente está como en su mundo, mejor dicho MUY en su mundo, y no escucha nada de lo que le dice nadie. Y está buenísimo escuchar a los demás, sobre todo cuando surgen historias como estas.